Qué busqué y encontré en el Camino de Santiago
Siempre me había llamado la atención hacer este camino del que poco sabía.
Para mí era andar para conseguir una meta y obtener un reconocimiento escrito para tenerlo de recuerdo. También sería una experiencia nueva. Sería colgarme una mochila, caminar por lugares no conocidos siguiendo una simple flecha y dormir en albergues con desconocidos. Lo veía imposible, nunca me planteé en serio hacerlo. Hasta que visitamos un mes de septiembre la feria de turismo 'Tierra Adentro' de Jaén ( de la que otras veces os he hablado), nos informamos y me decidí ha hacerla. Para mí era vivir una aventura sin salir de España para no arriesgar mucho. AJ me decía que no aguantaría, me quitaba la idea de la cabeza, pero seguí insistiendo. Cuando lo comentábamos con la familia no entendían porqué queríamos hacerlo. Eso de ir con mochilas era de viajeros con poco dinero y de los que había que tener cuidado. Y dormir en albergues ¡Qué miedo! ¡Qué horror! Otros decían que era algo que estaba muy de moda.
Llegó el mes de agosto y equipados con nuestra mochila, botas y sacos de dormir nos plantamos en Vigo. Ya en la estación de autobuses se veían otros peregrinos, había ambiente de caminantes.
Para unos era el primer camino y estaban más perdidos que nosotros, para otros era el tercero y presumían de tener mucha experiencia, para otros era pasarlo bien con un grupo de amigos y su meta era llegar a Santiago para comerse una gran mariscada. De los que conocí el primer día, ninguno iba por hacer el camino que el santo hizo ya muerto y su meta no era visitar su tumba.
¿Qué encontré los días siguientes?
De todo. Grupos que rezaban en lugares sagrados, por lo que hacían su camino por motivos religiosos. Otros sólo buscaban hacer amigos, mochileros solitarios que lo hacían como un camino cualquiera...
Pero según avanzaban los días todos nos hacíamos mejores personas, por ejemplo, si te dejabas algo en algún sitio, podía pasar horas que seguiría allí. Compartíamos comida, cosas del botiquín, el camino... Otros iban a misa por la tarde. Ya nos iba interesando más los verdaderos motivos del camino, empezábamos a conocer al apóstol Santiago y la historia del camino hacia su tumba. Nos impresionaba cada cruceiro que encontramos, cada ermita y nos ilusionaba llegar a la catedral de Santiago de Compostela. El día que llegamos fuimos a misa con tiempo y encontramos sitio delante de una puerta y de pie. No cabía un alfiler. Para nosotros ese era el final correcto para después abrazar al apóstol.
¡Claro que disfrutamos de la gastronomía y de las visitas culturales! Como ya os he contado en otro post comimos muy bién, había que disfrutar de Galicia.
Se nos hizo muy corto y sólo pensamos en que pasen unos años más para poder hacerlo con nuestras hijas y que sientan que el sacrificio de andar tanto y tantas horas les va ha hacer pensar en muchas cosas, buenas y malas. Creo que eso nos ayudaría como familia a compartir más y soportarnos unos a otros mejor. Eso es lo que tiene pasar tiempo juntos y con las cosas imprescindibles.
Para mí era andar para conseguir una meta y obtener un reconocimiento escrito para tenerlo de recuerdo. También sería una experiencia nueva. Sería colgarme una mochila, caminar por lugares no conocidos siguiendo una simple flecha y dormir en albergues con desconocidos. Lo veía imposible, nunca me planteé en serio hacerlo. Hasta que visitamos un mes de septiembre la feria de turismo 'Tierra Adentro' de Jaén ( de la que otras veces os he hablado), nos informamos y me decidí ha hacerla. Para mí era vivir una aventura sin salir de España para no arriesgar mucho. AJ me decía que no aguantaría, me quitaba la idea de la cabeza, pero seguí insistiendo. Cuando lo comentábamos con la familia no entendían porqué queríamos hacerlo. Eso de ir con mochilas era de viajeros con poco dinero y de los que había que tener cuidado. Y dormir en albergues ¡Qué miedo! ¡Qué horror! Otros decían que era algo que estaba muy de moda.
Llegó el mes de agosto y equipados con nuestra mochila, botas y sacos de dormir nos plantamos en Vigo. Ya en la estación de autobuses se veían otros peregrinos, había ambiente de caminantes.
Para unos era el primer camino y estaban más perdidos que nosotros, para otros era el tercero y presumían de tener mucha experiencia, para otros era pasarlo bien con un grupo de amigos y su meta era llegar a Santiago para comerse una gran mariscada. De los que conocí el primer día, ninguno iba por hacer el camino que el santo hizo ya muerto y su meta no era visitar su tumba.
¿Qué encontré los días siguientes?
De todo. Grupos que rezaban en lugares sagrados, por lo que hacían su camino por motivos religiosos. Otros sólo buscaban hacer amigos, mochileros solitarios que lo hacían como un camino cualquiera...
Pero según avanzaban los días todos nos hacíamos mejores personas, por ejemplo, si te dejabas algo en algún sitio, podía pasar horas que seguiría allí. Compartíamos comida, cosas del botiquín, el camino... Otros iban a misa por la tarde. Ya nos iba interesando más los verdaderos motivos del camino, empezábamos a conocer al apóstol Santiago y la historia del camino hacia su tumba. Nos impresionaba cada cruceiro que encontramos, cada ermita y nos ilusionaba llegar a la catedral de Santiago de Compostela. El día que llegamos fuimos a misa con tiempo y encontramos sitio delante de una puerta y de pie. No cabía un alfiler. Para nosotros ese era el final correcto para después abrazar al apóstol.
¡Claro que disfrutamos de la gastronomía y de las visitas culturales! Como ya os he contado en otro post comimos muy bién, había que disfrutar de Galicia.
Se nos hizo muy corto y sólo pensamos en que pasen unos años más para poder hacerlo con nuestras hijas y que sientan que el sacrificio de andar tanto y tantas horas les va ha hacer pensar en muchas cosas, buenas y malas. Creo que eso nos ayudaría como familia a compartir más y soportarnos unos a otros mejor. Eso es lo que tiene pasar tiempo juntos y con las cosas imprescindibles.
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