Viaje a Budapest (día 3 y 4)





Día 3
Amanecía despejado (menos mal) y fuimos a desayunar a la misma cafetería que el día anterior. Aprovechando que era también tienda, supermercado y yo no sé que más, compramos como pudimos los tiquets para el tranvía y el metro. Nos costó ya que nosotros hablamos muy poco inglés y la dependienta nada de nada, sólo húngaro.
Decidimos tomar el día con más calma, así que empezamos a callejear buscando transporte. De camino compramos unos sellos en una oficina de correos (sólo allí los venden) y callejeando encontramos la Gran Mezquita, construida a mediados del s. XIX siguiendo el estilo morisco del norte de África y España. Es la más grande de Europa y Asia y la segunda del mundo. Sufrió graves daños en la SGM al ser utilizada por los alemanes como base de radio o establo y por los ataques aéreos, siendo restaurada en 1998 gracias al estado húngaro y a las donaciones públicas. 




Llegamos por la calle Andrassy hasta la ópera. Entramos al vestíbulo e hicimos fotos. Imaginaba cómo sería en tiempos de Sissi, llegando coches de caballos sin parar y a las señoras con las estolas de pieles...





Al salir cogimos el metro hasta la Plaza de los Héroes. Era sólo para ir al final de la calle pero es que la Avenida Andrassy es muy larga. En la plaza hay esculturas grandísimas que representan a los líderes de las siete tribus que fundaron Budapest. Allí también encontrarás el Museo de Bellas Artes.





Desde la plaza fuimos andando hasta el Parque de la Ciudad que están juntos. Era la zona de caza de los nobles, pero a partir del s. XVII se fue convirtiendo en el parque que es hoy, donde los ciudadanos de Budapest pasean los domingos. Allí encontrarás el castillo de Vajdahunyad, el balneario Szechenyi, el zoo y un pequeño parque de atracciones.
Nosotros entramos al recinto del castillo, construido en madera y cartón en el año 1896 para la Expo de ese año y después en ladrillo y es igual que uno que hay en Rumanía. Fue llamativo ver a un hombre de cierta edad tocar el violín a las puertas del castillo. Me pareció bonito, los habitantes de centroeuropea son fieles a la música clásica. A un lado del castillo hay una gran pista de patinaje, que cuando nosotros estuvimos en octubre no estaba congelada, claro.




Tocando el violín

Seguimos paseando y llegamos al balneario. Entramos para ver los precios y era barato para la fama que tiene. Nos faltó un día en Budapest para poder disfrutar de él. Otra vez será.




Era hora de ir empezando a buscar un sitio para comer y que mejor que el Mercado Central. Habíamos visto en internet que se comía bien y allá que cogimos el metro hasta la calle Váci Utca para ir caminando hasta el final que estaba el mercado.
Los puestos de carne, frutas y verduras están en la planta baja y en la planta alta los puestos para comer y otros con artesanía y souvenirs. En las vitrinas tienen bandejas y soperas con la comida, todo platos típicos del país preparados con papryca y baratísimos. Probamos varios guisos, algunos con patatas y no nos quedó sitio para el postre. 





Dimos un paseo por las tiendas para comprar algunos regalos y después cogimos el tranvía hacia el puerto (junto al puente de las cadenas) para gastar unos tiquets que nos quedaban. Contratamos un paseo en barco. Elegimos uno panorámico en el que podías tomar café y pasteles, pagándolo aparte. Esperamos más o menos una hora y subimos... Sólo nosotros, nadie más, un barco para nosotros solos. Las vistas de la ciudad desde el río muy bonitas y desde la terraza del barco, mejores.






Al bajar era ya de noche y volvimos a cruzar por el Puente de las Cadenas para hacernos fotos con el Parlamento iluminado. 




De vuelta en Pest, encontramos un restaurante italiano y cenamos una pizza. Después dimos un paseo por un centro comercial cercano al hotel y a descansar.
Al recoger la llave en recepción la chica nos dijo que a mediodía habían contestado de la visita al Parlamento y que habíamos tenido hora para hacerla en castellano esa misma tarde. Una pena.

Día 4
Nos levantamos con la idea de ir al Parlamento para ver si tenían un par de huecos libres para la visita en castellano. Así que dejamos las mochilas en la recepción y después del desayuno fuimos. Alrededor del edificio había muchos guardias vigilando y mirando bajo los maceteros con espejos. 


En la pequeña puerta que hay en la unión de los dos edificios, en el centro de la foto, es donde se confirman las entradas. Y en la cadena se hace cola para acceder de uno en uno

Había que hacer cola para ir a la oficina a preguntar y cuando nos tocó nos dijeron que sí había sitio en castellano pero era por la tarde. Ya casi salíamos por la puerta cuando nos dijo que si queríamos esperar un rato podíamos hacerla en inglés. Nos sentamos en una cafetería, donde cada silla tenía una manta, y nos dedicamos a ver la gente pasar y vimos lo diferentes que iban vestidos respecto a España. Las señoras más mayores eran las que estaban más preparadas para el frío con zapatos abotinados, abrigos de paño muy gordo y gorro o pañuelos anudados al cuello. No llevan a rajatabla la moda, se abrigan con ropa de tejido diferente a lo que estamos acostumbrados a ver a aquí y con un estilo más clásico.
Llegó el momento de entrar y nos impresionó, más que un edificio político parecía un palacio real en el que tienen expuesta la corona del rey Esteban, escalera principal con alfombra roja y las salas de los diputados con grandes cuadros en las paredes. 




A los políticos no les faltaba detalle, hasta tenían en los pasillos unos ceniceros dorados para dejar sus puros.




Salimos muy contentos de poder haber podido ver el edificio más representativo de Hungría, aunque nos enteramos de la mitad de lo que decía el guía. Ah! Se me olvidaba decir que la entrada era gratuita.

Volvimos al hotel a coger las mochilas y buscamos el metro que en unas 10 paradas nos dejó en una estación para después allí coger el autobús que te deja en 20 minutos en el aeropuerto. Total unos 45 minutos de recorrido. Llegamos, comimos un bocadillo de salami que habíamos comprado por el camino y en tres horas estábamos en Madrid con un vuelo directo de Rayaner. Una vez bajamos del avión llamamos a los del parking de larga estancia y vinieron a buscarnos. Y otras 3 horas por delante conduciendo hasta casa.

Fue un gran viaje. No esperábamos que nos gustase tanto la ciudad.




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